La partida de Gustavo Vollmer al cielo, porque con seguridad es allí donde viajó, deja en la educación venezolana un sentido pesar.
Su apellido fue símbolo de amor puro y denso como la caña de azúcar, una zafra voluminosa y próspera por mejorar la educación en el país. Una obra que se extendió con cuadernos, lápices, campamentos y voluntad; miembro fundador de Fe y Alegría, Jefe de la Asociación Scout de Venezuela, fundador del Dividendo Voluntario para la Comunidad, directivo del Banco Mercantil, fundador de Central El Palmar (azucarera), entre muchos otros esfuerzos dirigidos a construir una mejor Venezuela.
Tuve la dicha de conocerlo personalmente, fuera del ámbito empresarial, de haberlo llamado jefe y hermano pero dentro del movimiento scout venezolano, al cual entregó pasión y recursos, sobre todo sabiduría, templanza.
Parte de lo que soy como profesional se lo debo al haber recibido de niña un buen programa scout y luego de adulta haberme formado para dirigir niños, un ciclo educativo y amoroso, que se quedó para siempre en mi manera de dar capacitación y de llegar a la gente; entonces parte de lo que soy, aunque sea un pedacito, se los debo a personas como Gustavo Vollmer, que tal vez nunca supo quien era yo, pero sí de niñas y niños de clase media baja como fue el contexto en el que me eduqué, donde para él valía la pena tener una Asociación de Scout a la altura para darnos el mejor programa educativo, hacernos ciudadanos.
Inmensamente agradecida con la presencia de Gustavo Vollmer en la Tierra y que su partida sea, como decimos los scouts, sólo un hasta luego.
Misión cumplida.