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A los que no tienen un hogar en Navidad

La Navidad es un remolino de emociones, nos recuerda a nuestra niñez y esa inocencia que a veces queremos retomar pero ya no está; nos pone de frente a las cosas que no tenemos, los afectos que hemos perdido, a la memoria de nuestros amados que ya se fueron a la fuente del amor.

Para muchos la opción es disfrazar esta agonía comprando regalos, bebiendo, huyendo.

Lo cierto es que nadie puede huir de su propia sombra; si abres el corazón, la Navidad es un estado reflexivo de profundo amor. Cuando uno se imagina que la María y José estaban desesperados por conseguir posada; es como cuando estamos angustiados porque no tenemos casa; cuando imaginamos que no había nadie que los ayudara, es como cuando solo te tienes a ti mismo y tu fe; cuando imaginamos que en medio de unos animalitos nace el niño Dios, es como cuando nos suceden cosas extraordinarias en medio de nuestras propias tragedias. 

Dios nos muestra las inmensas posibilidades si tenemos el corazón despierto; Él es nuestra posada, nuestra compañía, nuestro renacer. 

Esta es la primera Navidad que paso fuera de Venezuela, el corazón se me hace una bolita arrugada, porque no estaré rodeada de los niños de mi familia, y los abrazos de mis amigos amados. Durante mis primeros días aquí en Costa Rica, cargué en el corazón que estoy sin hogar; aunque mi primo me recibió en el suyo, mi corazón no terminaba de sentir hogar, porque esa sensación no es de lo que tenemos afuera, sino de lo que llevamos por dentro.

Mi historia familiar fue sin hogar, tardé años en entender que había pasado entre mis papás, tardé años por tratar de rescatar a todos mis medios hermanos, en una búsqueda insaciable por encontrar un hogar; y eso de una u otra manera también me ha sucedido en mi vida de mujer, busqué en los brazos equivocados, hacer una hogar.

Aunque todo esto sucedió, Dios me fue mostrando en muchas maneras lo que significaba tener un hogar. Lo primero que hizo fue darme a mi abuela paterna, su amor siempre me ha acompañado, su protección llega hasta mis días. 

Luego Dios me dio a mis amigos, y aunque mis navidades fueron de casa en casa, nunca, nunca me faltó una cena de navidad amorosa.

En el tiempo alguno de mis hermanos de sangre que abrieron el corazón hacia mí, sé que esto también es un regalo de Dios, abrieron las puertas de su casa en Navidad, y viví por primera vez una noche buena con mi familia.

Ahora que estoy fuera de Venezuela, reconectando con mi segundo país, con la tierra de papá, he recibido de gente que  trabaja conmigo, de mi compañera de apartamento, gente que en realidad no conocen a profundidad mi historia ni mi corazón, palabras de amorosas e invitaciones a sus casas, por si no tengo a donde ir esta noche. Esto también me lo da Dios.

Mis primos Juan, Sandra y Florence, han hecho en estos tres meses muestras de amor, compañía y sus casas son mi casa. Estaré infinitamente agradecida con la generosidad y paciencia. Ustedes son mi fuente de amor y seguridad aquí. Esto también es un regalo de Dios.

En estos tres meses mi vida ha sido un remolino, me han puesto a prueba cada día, pero como dijo mi amado Daniel, yo soy más fuerte incluso que el dolor, eso también es de Dios. He aceptado que hay quienes no me desean en su vida, incluyendo de mi propia sangre o nuevas almas en Costa Rica que llegaron y sin despedirse se fueron. Aceptar que no puedo ser amada o reconocida por todos, y sentir alivio, paz en ello, también es de Dios. 

Muchos saben que yo hago meditación a través de la Virgen María, recuerdo que en Venezuela la noche antes de venirme, me fui a quedar en vigilia en casa de mi hermana de vida Flori, alllí la Virgen se manifiesta manando aceite y escarcha de una imagen; en esa meditación yo lloraba profundamente porque por algún tiempo no estaría con ella en ese santuario. Su voz serena en mi pensamiento me dijo «Yo soy tu hogar».

Eso me dio alivio, pero no lo había entendido hasta estos días de Adviento. Si la Virgen es mi hogar y su amor viene de Dios y ellos viven en mí; entonces YO soy mi propio hogar. El hogar que deseo, anhelo, necesito, va conmigo, no está afuera en la casa de nadie, a donde yo vaya en el mundo voy con mi hogar; cosa que mi amiga María del Ángel también me dijo; pero nos es hasta que uno lo entiende desde la profundidad del ser, que la conciencia y paz emanan.

En mi hogar hay cebras, África mía, París, mis abuelos, mis papás, mis amados, mis ancestros, poesía, brisa, perdón, chocolate, vino, perros, gatos, caballos, hadas, dulces, faunos, laberintos, jardines, cuentos, frutas, cansancio, lechuzas, luciérnagas, niños indios, niños negros, niños multicolores, un bebé no nacido, espíritus, mares, bosques, desiertos, creatividad, alegría, aceptación, dones, pies sobre la grama (zacate), pijamas de colores, libros para colorear, energía galáctica, música de oboe, piano y cellos, danza, antigüedad, abrazos de osa, sueño y pereza en la mañana, fotografía, atardeceres, erotismo, arte, dioses mitológicos, música, diversión, viajes, fragilidad, pérdidas, nostalgia, imperfección, San Miguel Arcángel, Pancho (mi ángel de la guarda), la Virgen María, angelitos, un montón de Santos. DIOS. Yo.

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Costa Rica es una posibilidad de seguir amando y sirviendo, nutrir más MI HOGAR como nos enseñó San Ignacio de Loyola; porque es reconocer en el legado de mis abuelos Castro, nuestro deber como descendientes de hacer un mejor país; estoy cosiendo en mi corazón la bandera tica, como lo Pacífica la cosió para todos. 

Si hoy dudas que no estás o no naciste en el hogar correcto, este es mi regalo de Navidad para ti que has llegado hasta el final de este post; tú eres tu propio HOGAR. 

Feliz Navidad y a los no creyentes o de otra religión, que Dios sea generoso con sus hogares y prosperidad en el 2016. 

Además yo soy la única cebrita en el pesebre (pasito) del Niño Dios.

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El amor no es puro, es mestizo

Hace unos años, mi amigo historiador Pedro David Correa, me regaló un libro invaluable  llamado «Tarot del amor mestizo» publicado por Fundación Empresas Polar (VE). No tiene páginas, sino folios sueltos, con pinturas de época que representa la mezcla de razas que trajo el encuentro con el joven continente,  las nuevas pieles, rasgos, voces.

Sobre ese amor mestizo que viene desde la colonia, hoy voy a mostrarles su viva propia en este siglo XXI. Nada ha cambiado tanto como creemos.

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¡Qué maravilla nuestra Latino América!. Nadie es realmente puro, nadie. Eso nos hace más amables, cariñosos, fogosos en la intimidad e ilimitados al pensar; por esa misma razón tardamos años en evolucionar algunas situaciones, sobre todo políticas. Nos quedamos en el Barroco para siempre, recargados, engañosos, fiesteros, intensos, amorosos y  fuertes. Somos mestizos.

El mérito que tiene el amor en el mundo, es que a través de la historia de la humanidad, amarse va más allá del color de la piel, género y edad. Es una fuerza inagotable, que nos lleva por senderos correctos o nos entrega en manos de la ceguera propia de Eros (amor sexual). En nombre del amor se ha construido y destruido el mundo, no hablo de el Planeta, sino de nuestro interior. ¿Quién tendrá la razón?.

Es muy curioso ver cómo los indígenas de alguna manera se han mantenido en un alto porcentaje puros. Sin embargo esto sucede cuando sus poblaciones están muy lejanas y protegidas de lo urbano.

Siempre es admirable ver a una rubia alemana totalmente hechizada por un negro de alguna playa caribeña, el embrujo es mutuo. Ya no es besar, es fusión lo que sucede en labios de distintas latitudes, idiomas y costumbres.

En Venezuela es parte del paisaje ver en los pueblos de costa, unos hermosos mulatos, piel morena, ojos verdes, nariz perfilada; o los piel blanca, pelo ensortijado, con rasgos negros que les dicen bachacos, por no ser tan agraciados. Supongo que el contacto con lo -diferente-, es justamente lo que muchas veces enamora.

Lo más cerca que he estado de esta locura, fue enamorarme en Sudáfrica de un turco musulmán; si les da curiosidad lo pueden leer en mi blog personal, «África me dijo enamórate rápido que no tienes tiempo» https://goo.gl/FQl64e ; pero más allá de ese encuentro – desencuentro religioso, no tengo mayor experiencia en carne propia, salvo el pensar que el matrimonio de mis papás también fue mestizaje.

Mi papá costarricense, otro mezclado más, con padre de El Salvador, y madre de Costa rica; mi mamá, venezolana hija de campesinos de las cumbres andinas; ambos sucumbieron al amor y tatatatata nací yo, con ese árbol genealógico robusto, aunque enmarañado de historias blancas e indias, del cual sigo descubriendo anécdotas, rescatando pedazos perdidos.

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Justin. (3). Mamá blanca, papá indio Maleku.

Amor mestizo fue lo que encontré en el territorio de los indios Malekus en Costa Rica, les dejo los dos links anteriores donde narro lo que viví con ellos https://goo.gl/tMx0LO y https://goo.gl/GpJTmB . La cercanía con los centros urbanos, ha permitido que el amor fluya y la mezcla surja, las costumbres ancestrales se eclipsen.

En medio del bullicio de ese día y en mi necesidad ávida de encontrar alguna historia, vi a una hermosa mujer, blanca como la leche, ojos claros, rubia, ella sobre salía entre las demás mujeres que si eran Malekus, con piel tostada de rasgos indios. Tenía un bebé en brazos de unos dos años, que iba y venía hacia ella, cansado del calor, el ruido, la espera. Me senté a su lado.

Traté de hacerle fotos al niño, capturar su mal humor, sentir la paciencia noble de su madre. Me volteé y sin pudor le dije, -tú no eres Maleku-, ella sonrió con timidez, sus ojitos claros decían tanto, era como una poesía encerrada en el corazón a punto de estallar.

-No, no soy Maleku, pero estoy casada con uno. – Dijo convencida.

-¡Ah! imagínate, te embrujó un indio – le dije bromeando

-Sí señora, me tiene enamorada – Asintió con sus mejillas encendidas.

Me conmoví. Sentí su fuerza femenina entregada a ese amor mestizo y vi sus frutos, sus dos niños, Yorbith José de 8 años y Justin de 3.

Ella me contó que dejó la capital para irse a vivir al territorio indígena, donde todo era diferente, pero era su familia. No me dio más detalles, no los necesité, porque entendí en su mirada que había dejado muchas cosas atrás para abrigar el amor.

Les hice algunas fotos, la tomé de la mano y la bendije, diciéndole que ojalá valiera la pena todo su sacrificio, que fuese feliz aunque otros no lo entendieran. Nos abrazamos. Amé su coraje, acepté que en el tema de amor no tengo ninguna historia valiente, salvo el haber sobrevivido a relaciones estériles, sin perder la ternura y creyendo en la posibilidades del amor como lo vi en ella.

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Melilú y su hijo Yorbith (8). Territorio Maleku, Costa Rica. 19/09/2015

Me quedé pensando largo rato su historia, en sus niños. Al rato ya estaba de nuevo aturdida entre la gente o caminando con los niños Malekus. En algún momento regresé y la vi ansiosa buscándome, me presentó a su suegra, que me abrazó como si fuésemos amigas. Melilú me tomó la mano diciendome, -le tengo esto-. Era una artesanía hecha por su suegra, de eso viven. Quiso agradecer que fui dulce con ella.

Lloré enternecida, porque solo dando y recibiendo amor, incluso de los extraños, se hace conexión directa hacia Dios.

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Cuando las mujeres nos reconocemos sin barreras, sino de alma a alma, sin juicio, suceden esas cosas, como lo que yo viví con Melilú.

Aquí estamos las tres, honrando la alegría del encuentro, conectadas desde la espiritualidad, sin piel pura esencia femenina.

Pura vida.

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Rosa, Melilú y yo

Gracias de nuevo a Fundeico. Gracias TRIBU.

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Mis angelitos Maleku

El viaje al territorio de los indígenas costarricenses Malekus https://goo.gl/xFCaao, me dejó con el corazón esponjoso y lleno de la voluntad humana, pero sobre todo fue una recarga de ternura, tengo la despensa llena y los protagonistas son tres niños indígenas: Dany, Jareth y Luis.

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Yo estaba fuera del paisaje, demasiado blanca, demasiada alta y con -otro- acento, además de tener una -gran cámara- como la llamaron los niños; creo que fue la mezcla perfecta para llamarles la atención, nunca me dejaron sola, fueron mi regalo del viaje.

Mientras la comunidad se trataba de organizar en el salón de usos múltiples, mi compañero de viaje, Anthony y yo nos fuimos a la cancha de fútbol con todos los niños, él previamente había tratado de entretenerlos entre el bululú de la gente, pero lo mejor era sacarlos de allí.

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Lo cierto es que no estábamos preparados para atender a los niños como es debido, pero como la naturaleza ofrece todo para entretenernos, a Anthony se le ocurrió que jugar con los charcos del campo de fútbol era buena idea, estoy segura que las madres no, pero ya el daño y la felicidad estaban hechos.

Yo me puse mis orejas de Cebra y les pareció demasiado cómico, hasta que Anthony… se le ocurrió decir que quería ver la cebra saltar en el charco. Allí empezó mi larga jornada de humedad, sudor, barro y alegría.

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Al rato, Dany quiso usar la cámara, entender cómo funcionaba, yo sin miedo y con amor, me quité la cámara del cuello, se la puse y fui llevando sus manos para que entendiera cómo protegerla y cómo dar click. Funcionó. Su felicidad era total, le encantó cuando le dije que podía ser fotógrafo, le brillaban esas pupilas hermosas y redondas que tiene; ojitos azabache como le diríamos en Venezuela, tal vez aquí en Costa Rica ojitos de tinto.

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Él me preguntó qué me había gustado comer en Costa Rica, le conté de mi amor loco por los mamones chinos, entonces apresurado me dijo – ¡vamos! ¡vamos!, te voy a mostrar los árboles. Caminamos casi 20 minutos para llegar, no sé si es que era muy lejos, sólo sé que estábamos como a 40 grados, así que creo que yo iba lenta.

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No solo me llevaron a ver cómo era un árbol de mamón chino, también me mostraron dónde están los monos y un puente que cruza por encima del Río Sol, donde más tarde terminé remojando mis sudorosos pies y divirtiéndome con la ingenuidad que ellos me regalaban. Allí tratamos de practicar con el temporizador de la cámara, pero hacía tanto sol que ni yo pude ajustarlo correctamente. Lo que si hizo Dany, fue cuidar la cámara y disparar muchas veces. _MG_4996_MG_4922

Sè que al ver las fotos del Río Sol sentirán cierto temor por su color, pero siempre es así, no está contaminado y cuando le pega el sol directo toma un color amarillo ocre, de allí su nombre, y para ser muy sincera igual me hubiese metido con ellos, riesgos que estoy acostumbrada a tomar.

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Me senté un rato a conversar con Dany, sus nueve años ávidos de información y amistad me conmovían, me contó que ya multiplicaba, con mucho esfuerzo me respondió algunas multiplicaciones, también de repente me miró y me dijo: soy mestizo. Quise saber a qué se refería, me dijo que su mamá era Maleku y su papá no, lo sentí inquieto cuando me decía eso, así que le dije que yo también era mestiza, me miró con incredulidad.

-¡En serio soy mestiza!, mi papá es costarricense, y mi mamá venezolana, además mi abuela materna era como de tu color de piel, india andina.

Eso le dio mucha risa, porque me decía que yo era muy blanca, me abrazó. Yo sé lo que se siente no sentir que se pertenece, así como también encontrar a quienes me han hecho parte de su manda mestiza, como lo hizo Dany.

– ¡Venga vamos a que vea mi casa! – fue su grito emocionado. Allí empezó otra caminata a 40 grados, pero yo ya qué importaba.

De camino nos encontramos con un árbol de mandarina, los tres se asomaron a ver si había fruta, quedaba solo una en lo alto del arbolito, así que Dany decidió treparse a buscarla. Cuando se bajó, murmuraron entre los tres y me la entregaron, -es para tí-, entonces yo le dije, -es para nosotros- La destapé y cada quien tomó un gajito, aunque nos dimos cuenta que previo, un pajarito ya la había picoteado.

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Seguimos caminado, Yareth que poco había conversado conmigo se acercó y me entregó una cayena. -No tengo nada más para regalarte-.Lo amé.

Debo confesar que él es el primer hombre que me da una flor llena de total e ingenuo amor. Enseguida me la coloqué en el cabello, les dio mucha risa y con picardía me dijeron que estaba bonita.

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Al llegar a casa de Dany me encontré con su mamá, que no entendió mucho quién era yo, su hermanita y dos perritos. Vi todo el terreno, rodeado de árboles, con un silla tejida afuera donde me pidieron que me sentara mientras correteaban alrededor mío y Dany tomaba fotos. Así debe ser el cielo con los ángeles.

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Cuando íbamos de regreso a  la plenaria con las mujeres de la comunidad, me mostraron dónde juegan. Encontramos una casa abandonada, por supuesto nos metimos, para compartir conmigo un secreto, el escondite donde guardan -cosas- Allí un carrito hecho con material reciclable me hizo aguar los ojitos, me acordé del montón de juguetes que tienen mis sobrinos, sentí pena por el vulgar desequilibrio del mundo, donde generalmente los niños reciben una buena tajada de excesos o de exclusión.

Nos topamos con una yegua y su potranco, yo la saludé llena de amor. Tengo especial magia con niños, perros y caballos. Nos llenamos una vez más los pies de barro, la lluvia  no amilanaba el calor que nos terminó de empegostar, pero repito, ya no lo sentía.

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La noche empezó colarse entre el cielo gris. Cuando me di cuenta solamente Dany estaba conmigo y bastante alejado de su hogar. Nos acompañó a ver una ceremonia típica Maleku, que los líderes de la comunidad hicieron para nosotros y luego lo llevamos a su casa.

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Sentí como un raspón de piel cuando me despedí. La certeza de un amor espontáneo que solo los niños entregan, y una promesa en silencio de regresar con ellos.

A donde he ido en el mundo, estar con los niños ha sido un suceso digno y maravilloso, desde dirigir niños en los Scouts, hasta adentrarme en la pobreza venezolana o sudafricana y ahora en Costa Rica, los niños han estado presente en el tejido de mi corazón, de mi razón de existir.

Sufro descarnadamente el tema de los refugiados y desplazados en el mundo, como sufro la separación física de cientos de familias venezolanas, a causa de la dictadura, donde los niños crecen,viendo a sus tíos y abuelos a través del Skype; ahora yo soy parte de esa familia virtual.

Si tienes un niño en tu casa, que su niñez sea una siembra generosa de experiencias, generosidad y alegría, es lo que alimenta un futuro con gente más noble que brinde equilibrio, en un Planeta que le gusta la guerra.

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Este viaje me conectó a Costa Rica como yo he decidido vivir, con y por la gente. 

Que Dios sea dulce y me permita regresar a territorio Maleku.

Que Dios sea generoso y me permita cumplir misión de vida en este territorio.

Que Dios sea espléndido y le permita a estos angelitos ser hombres y mujeres de bien.

Gracias a Dany, Jareth y Luis por ser mis guías, mis protectores del camino, mis amigos.

Gracias a la mamá de estos niños, aunque crean que les faltan cosas para dar, les han dado lo esencial, la capacidad de dar y recibir amor.

Gracias de nuevo a Fundeico y su potente gente, son mi nueva tribu.

«¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!»

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Maleku territorio ingenuo

“Paili paito mijutu michia jue
colohna ian atami furaje”

(Que el Gran espíritu ilumine su mente y corazón y que la humanidad siempre proceda correctamente)
Wilson Morera Elizondo “Tafa” Indígena Maleku

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La Tierra canta, vibra, reconoce los pasos de sus verdaderos dueños, florece cuando una indígena pare, esa es la sangre que abona la vida en los territorios que aún preservan sus moradores antiguos.

Viaje 19 y 20 de Septiembre 2015

La realidad

No basta que los indígenas estén en nuestros países, no basta que han sobrevivido a la colonización y al desamor de los gobiernos modernos en toda Latino América; la sociedad civil de alguna manera debería sumarse en pleno a la protección de sus etnias, porque lo cierto es que ninguna política pública parece realmente hacerlo, aunque existan hermosos marcos legales o documentos, ciertamente no llegan a ningún lado, incluyendo la deserción escolar de los niños, ya que por la situación precaria que viven, deben sumarse a la búsqueda de sustento para el hogar. (*)

Este panorama de abandono no es muy distinto en Costa Rica, donde existen ocho pueblos originarios: Bribris, Cabécares, Térrabas, Bruncas, Ngöbes, Maléku, Chorotegas y Huetares (**), distribuidos en veintidós territorios (***) a lo largo del todo el país. Se habla en distintas noticias, que la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI), no representa realmente los intereses de estos ciudadanos y lejos de apoyarlos han sido piedra de tranca para la aprobación del Proyecto de Ley de Desarrollo Autónomo de los Pueblos Indígenas, documento que respalda en el Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes (1989), de la OIT (Organización Internacional del Trabajo).

Al momento de cerrar este post, se encontró publicado la denuncia de la etnia BriBris de Salitre al suroeste de la capital del país, por los distintos atropellos que sigue viviendo y la continua espera por la aprobación del marco jurídico que los proteja, aunque la La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha ordenado a Costa Rica  tomar medidas para asegurarles la vida, cabe la pregunta, por qué tienen dos décadas esperando algo que les corresponde ( http://goo.gl/jrgTLO ).

Mientras este enredo local se mantiene sin resolver, personas de la sociedad civil levantan sus voces, manos y acciones para dar un poco de protección y amor a sus indígenas, en este caso hablo de Fundeico  https://www.facebook.com/FUNDEICO , Fundación de Desarrollo Indígena Ambiental de Costa Rica, liderado por Carlos Alberto Chaverri y su esposa Patricia Quesada, a quienes contacté hace aproximadamente tres meses antes de venirme a Costa Rica, porque me pareció muy interesante el trabajo que vienen realizando desde el 2013, debo decir que no me equivoqué.

Los Malekus

Apenas tocando suelo costarricense, contacté a Fundeico y tuve la suerte o sincronía de coincidir con un viaje pautado a San Carlos de Alajuela, donde está el territorio Maleku. Sería la primera visita de Fundeico a la comunidad y sin duda fue un ejercicio milagroso para los indígenas, y una gran oportunidad  de vida para mí al haber sido invitada a acompañarlos.

Un camión 350, repleto de alimentos donados por Procter & Gamble de Costa Rica, bajo el ejercicio de la ASEPG, la Asociación Solidarista de Empleados (P&G) http://www.asepg.com/ , y gracias a la gestión de Fundeico, fue entregado a los Malekus, quienes se distribuyen en tres comunidades: Margarita, Sol y Tongibe.

Los Malekus han habitado tradicionalmente en la cuenca del río Frío, cuyo origen en el volcán Tenorio, actualmente viven en la Reserva Indígena de los Guatusos, establecida en 1976, con una extensión de 2.994 hectáreas, perteneciente a la Provincia de Alajuela. Para el 2011 según  el Censo Nacional de Población y Vivienda de Costa Rica, contaban con 1.780 pobladores.

Por tener un acceso tan cercano a las zonas urbanas, los Malekus han sido impactados en sus tradiciones y forma de vida, como la presencia del idioma español y creencias religiosas diferentes, con estas características, son lo que podría decir -poco indígenas -, sumado a una gran cantidad de moradores criollos, lo que ha aumentado el mestizaje. De voz de sus líderes, están luchando por recuperar  la ocupación total de las tierras asignadas, lucha de larga data. Mientras, sobreviven (literalmente) de la artesanía y una gestión del turismo poco estructurada.

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Gente de bien

El equipo que viajamos hasta esta noble tierra, nos distribuimos de manera espontánea las actividades, fue como de toda la vida haber trabajado juntos. Cámara en mano me dediqué a capturar los rostros, sobre todo de los niños, me eran totalmente familiares, su mezcla es demasiado parecida a la de los niños venezolanos, al final somos una misma raza, una mezcla divina bajo un sol que sofoca en cualquier rincón latino.

Debo confesar que antes del viaje no tenía ni idea a dónde iría, cuánta distancia rodaríamos desde San José,  cuáles serían las condiciones, con quién y como dormiría o comería; nada, lo único que sabía es que iría con Carlos, de Fundeico, un señor que había sido amable conmigo por Facebook y que aceptó que esta pata caliente cebra fuese con ellos. Como decimos algunos «todo en manos de Dios».

Carlos me puso en contacto con otro personaje increíble, el señor Oscar Sojo Alemán dedicado a documentar las tradiciones costarricenses, quien amablemente me llevó desde San José hasta Ciudad Colón, donde de verdad empezaría el viaje hacia los Malekus; en el camino nos unimos al equipo de Procter & Gamble, un grupo de voluntarios de Sanité (laboratorio cosmético) y dos de los fieles compañeros de Fundeico: Silvia Mora y Anthony Solórzano.

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Lo que recibieron los Malekus 

Alimentos, les entregaron unas bolsas inmensas, a las cuales llaman diario, el cual contenía: arroz, pasta, cárnicos, jabón, mantequilla, frijoles, azúcar, aceite. Sé que no resolverá el problema de raíz, pero sin duda aliviará la angustia por un tiempo, nada más afixiante que tener familia y no saber si se les puede dar de comer.

Organización, antes del viaje se hizo un censo con algunos líderes de la comunidad, de allí salió el cálculo para la cantidad de alimentos que P&G necesitaba donar, sin embargo muchas personas un poco renuentes, o ya muchas veces engañadas, no se anotaron, lo que trajo como consecuencia que en plena asamblea a no menos de 40 grados, se tuvo que organizar de nuevo por sector y tratar de alcanzar la mayor cantidad de familias posibles con la dotación. En un ejercicio pleno de democracia, mucho caos y ruido, las mujeres escogieron a sus representantes ante Fundeico, y poco a poco, casi a fuego lento, por tanta humedad y calor, lograron organizarse, así como entender la necesidad de tener el censo comunitario al día.

Solidaridad, nadie de la comunidad nos conocía, tampoco nadie de la comunidad nos rechazó. Fueron extremadamente amables, cercanos, nos cocinaron almuerzo, nos dieron café, arepa de trigo en la tarde (igual a la andina venezolana), se dejaban tomar fotos y cuando se les preguntaban cosas, respondían con total generosidad, sin temor. Ellos saben que tal vez no nos vuelven a ver, ojalá sí, pero hicieron del encuentro algo afable. Al final de la extenuante jornada, ya entrando la noche tuvieron la gentileza de mostrarnos en una quieta fogata, la representación de sus trajes y lengua nativa; hablaron de sus necesidades, se escurrió el dolor entre sus palabras, el abandono del gobierno local y nacional que viven como parte de su piel. Fueron como deberíamos ser regularmente los Seres Humanos: genuinos.

Me sentí agradecida. Al final el ejercicio de la solidaridad es una muestra de amor. Dimos y recibimos.

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Qué recibí yo

En ese ir y venir con la cámara, niños de la comunidad se quedaron a mi lado, curiosos y ávidos de mi acento, de tomar fotos con la -gran cámara-, como ellos la llamaron. Dany, Yareth y Luis Antonio, fueron mis guías en la comunidad, hicieron que me remojara en el río Sol, cosa que me permitió honrar a la diosa de las aguas (Oshun),  y por supuesto a los tres los considero mis nuevos amigos, de esa experiencia escribiré a detalle en el próximo post: Tres ángeles indios.

Ternura, con las mujeres Maleku que conversé, incluso de las blancas que se han casado con indígenas, recibí abrazos donde el calor ambiental dejó de importarme, para aceptar el calor corporal de quienes tal vez solo tienen eso, su cuerpo. Cada niño que estuvo conmigo fue generoso, se acurrucaban sin recelo, se reian de mi acento, de lo nuevo. Tres de ellos que serán los protagonistas del siguiente post, me dieron compañía, una cayena para adornar mi cabello y una mandarina arrancada después de treparse a  lo alto del árbol porque era la única madura.

La ternura es un puente amoroso, único y sanador.

Amistad, mis compañeros de viaje, son mis nuevos compañeros de vida, de Fundeico no me voy a ir, sé que llegué al lugar adecuado para entregar amor y aprender de la tierra de mi papá, además continuar con mi vocación de servicio hacia los indígenas. Es mi manera de agradecer lo que ya he recibido, y lo que estoy por recibir de esta tierra costarricense.

Paisajes, todo ante mis ojos era nuevo, no me dormí ni un ratico del viaje, estaba como niña con juguete nuevo, dispuesta a observar todo, saborear, oler. Quedé enamorada del verde de Alajuela que resiste a las altas temperaturas y de la sequía digna con la que ha sostenido Guanacaste, amé el último rayo de sol que me entregó Puntarenas. Palpe, caminé y brinqué en el barro esponjoso, que de tanto calor se hacía tornasol. Camine sofocada pero feliz en la falda del Volcán Tenorio para encontrarme con el prodigio natural de Río Celeste, lugar al que fuimos después del territorio Maleku. Debo volver a terminar de sorprenderme. Recorrí un largo trecho de ida y de vuelta con los ojos llenos de amor, agradecida de mi 50% costarricense, tratando de entender en el susurro del viento, lo que mi papá y abuelos, desean que haga aquí.

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Río Celeste, una mágica cascada totalmente azul, en el Volcán Tenorio

Mientras logro entender tantas emociones que están subiendo y bajando dentro de mí, quiero expresar en estar últimas líneas de este particular reportaje, mi total agradecimiento a Carlos, quien lo llaman Pluma Blanca y a su esposa Patricia; por a haber dejado que esta curiosa cebra viajara con ustedes y que siga viajando, colaborando. Hay mucho por hacer.

Que Dios sea generoso con nuestras poblaciones indígenas a través de todos los que quieran colaborar con esta gran misión.

Para Diciembre iremos a Talamanca a entregar regalos de navidad, si deseas colaborar con juguetes, ropa de niños y zapatos, les dejo las coordenadas de Fundeico, tal vez no todos puede ir, pero si muchos pueden enviar su cuota de esperanza para los indígenas costarricenses; si desean donar en Colones o Dólares, por correo les pueden dar los datos bancarios.

Facebookhttps://www.facebook.com/FUNDEICO

Mail: fundeico@gmail.com

Teléfonos:  (506) / 2249 0351 / 8308 3146 / 8691 8181

Si deseas ver todas las fotos, la galería es: https://flic.kr/s/aHskhSvwUs

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Fuentes electrónicas:

(*) Organización Internacional del Trabajo, OIT www.ilo.org/ipecinfo/product/download.do?type=document&id…

(**) Atlas digital de los Pueblos indígenas de Costa Rica, Universidad de Costa Rica    http://goo.gl/mKEdv1

(***) Guías de Costa Rica http://guiascostarica.info/cultura/culturas-indigenas/