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La tendera aria – La ladrona de libros por Markus Zusak

Este extracto es maravilloso, inocente y recrea la fortaleza de los niños, aún cuando hay pocas cosas. El libro está ambientado en la Alemania nazi, donde todos -no- eran adeptos a Hitler. Es una maravillosa lectura y lamento que en la película no recrearan esta escena. 

(El extracto es copia fiel del libro).

Este pedazo es una joya, sobre todo para quienes trabajamos con niños, es una joya si usted tiene hijos, nietos, sobrinos, ahijados, un vecinito.

La inocencia convertida en resiliencia, un texto que puede ejemplificar infinidad de valores y posibilidades que se cultivan en la infancia para luego emerger hacia la adultez. 

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“Estaban ante la tienda de frau Diller, apoyados en la pared de yeso.

Liesel Meminger tenía un caramelo en la boca.

El sol le daba en los ojos.

A pesar de todos estos impedimentos, todavía era capaz de hablar y discutir.

–OTRA CONVERSACIÓN ENTRE RUDY Y LIESEL—

-Date prisa, Saumensch, ya van diez.

-Mentira, sólo ocho, todavía me faltan dos.

-BUeno, pues entonces espabila. te dije que tendríamos que haber traído un cuchillo para partirlo por la mitad… Eh, eso son dos.

-Vale, toma, pero no te lo tragues.

-¿Te crees que soy tonto?

(Breve pausa)

-Esto es geneial, ¿verdad?

-Ya lo creo, Saumensch.

A finales de agosto y del verano encontraron un penique en el suelo. Pura emoción.

Estaba medio corroído, enterrado en la tierra, en la ruta de la colada y la plancha. Una moneda solitaria, herrumbrosa.

-¡Mira eso!

Rudy se abalanzó sobre ella. la emoción casi les escocía mientras corrían hacia la tienda de frau Diller, sin siquiera detenerse a considerar que un solo penique no pudiera ser suficiente. Irrumpieron en el establecimiento y se detuvieron ante la tendera aria, que los miró con desdén.

-Estoy esperando.- dijo.

Llevaba el pelo peinado hacia atrás y el vestido negro la asfixiaba. La imagen enmarcada del Führer montaba guardia en la pared.

-Heil Hitler! – se animó Rudy

-Heil Hitler! – respondió ella, enderezándose todavía más detrás del mostrador-. ¿Y tú? – preguntó a Liesel, fulminándola con la mirada.

Liesel le ofreció un Heil Hitler! sin perder tiempo.

Rudy se apresuró a rescatar la moneda de las profundidades del bolsillo y a depositarla con firmeza sobre el mostrador.

-Un surtido de golosinas, por favor. pidió, mirándola fijamente a los ojos miopes.

Frau Diller sonrió. Sus dientes se daban codazos tratando de hacer sitio en la boca.La inesperada amabilidad motivó a sus vez las sonrisas de Rudy y Liesel. Por un instante.

Frau Diller se inclinó, rebuscó algo y volvió a aparecer.

-Toma- dijo, arrojando una única barrita de caramelo sobre el mostrador-. Sírvete tú.

Lo desenvolvieron fuera y trataron de partirlo por la mitad con los dientes, pero el azúcar parecía cristal. Demasiado duro, incluso para los colmillos de depredador que Rudy tenía por dientes. Al final tuvieron que compartirla a lametones hasta acabársela. Diez lametones para Rudy. Diez para Liesel. Primero uno y luego el otro.

-Esto es vida- aseguró Rudy con una sonrisa de dientes de caramelo, y Liesel no le llevó la contraria.

Cuando se lo acabaron, ambos tenían la boca de color rojo bermellón, y de camino a casa mantuvieron los ojos bien abiertos por si se encontraban otra moneda.

Está claro que no encontraron nada. Nadie es tan afortunado dos veces en un año, y mucho menos en una misma tarde.

Sin embargo, se pasearon felices por Himmelstrasse con las lenguas y los dientes rojos, sin dejar de mirar al suelo.

Había sido un gran día y la Alemania nazi era un lugar maravilloso.

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