Publicado en 30 días de transformación, Acciones para la paz, Mi vida / My life, Viajar

Un ciudad que ames #30DiasDeTransformacion

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Un cebra en París. 2013.

Yo amé París, incluso antes de conocerla.

Mi abuela paterna la evocaba, era el  paisaje donde mi abuelo aparecía como el protagonista de la película de amor, de igual manera la historia de mi familia costarricense está bordada sobre el espíritu francés, sus colores, la libertad. Yo amé Parías antes de conocerla.

Bien lo dijo el escritor argentino Ricardo Piglia: «Es la ciudad a la que fuimos antes de ir, la ciudad del déjà vu, la ciudad postal».

Viajar debería esta consagrado en la carta de los Derechos Humanos, todos debemos tener la oportunidad de salir del país que nos vio nacer y escoger otros destinos, voces, sabores. Creo que además de leer, es el camino perfecto para entender la amplitud humana, apreciar y respetar la diversidad.

He tenido no la suerte, sino la claridad y el tesón de trabajar, para alejarme de mi frontera una y otra vez, «sé ciudadana del mundo», me decía mi abuela. Creo que esa cultura pata caliente, lo que me ha permitido es abrir mi corazón lejos de tapujos y estupideces del cómo se hacen las cosas. Hay millones de maneras de hacerlas y el sol sigue alumbrando con generosidad, sin queja.

Ningún país es mejor que otro, ni alguna cultura más valiosa, todos pertenecemos a un hermoso rompecabezas, infinidad de posibilidades, tantas, como almas humanas, por supuesto ese paisaje es más fecundo si es en libertad de pensamiento.

He visto cosas bellísimas e insólitas, pudiese decir milagrosas, como otras propias de la decadencia de nuestra raza. De todo, de todo lo que he visto, sentido y respirado, volveré una y otra vez a París. Dios sabe que eso está entre mis pleglarias, a cualquiera le podrá sonar cliché o decirme que por qué no siento lo mismo por Maracaibo (ciudad venezolana), simple, por lo que dije al principio, París es parte del tejido amoroso de mis abuelos, todo que yo valoro del arte y la belleza, incluso superando la bella Florencia. El amor es ciego y yo a París LA AMO.

Lleve a mi mamá cuando cumplió 70 años, la vi enmudecida ante la Torre Eiffel y llorar conmovida ante la tumba de Napoleón. Cuando le pregunté por qué sus lágrimas, me decía que ella nunca imaginó que siendo una mujer de campo, donde las historias de las guerras francesas no eran más que eso, lejanas historias, de repente yo le daba la oportunidad de estar delante de unos de los hombres más importantes de toda la humanidad. Entonces, yo también lloré a Napoleón con ella.

Si en tus posibilidades no ha estado el viajar, es tiempo de ponerlo como meta, así cueste tanto como actualidad, por la hiperinflación venezolana, creo que es indispensable para el espíritu lograr llegar a otro punto del orbe. Mágico, sustentador. Justo este 2015 en mi cumpleaños fue la primera vez en los últimos cinco años que lo celebro en Caracas; aunque no pude viajar fuera, fui agradecida con todas las veces que sí, para eso sirven los grandes esfuerzos del pasado, te sostienen en un presente que es menos abundante en recursos. Ya sucederá de nuevo.

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Con mi mamá, muertas de frío. París. 2008

 

 

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Luna llena en París. 2008

 

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el murmullo del Sena. París. 2009

 Les dejo algo que escribí en el 2011 y  una pregunta habitual del final de este ciclo de publicaciones.

¿En el resto del mundo, cuál es tu ciudad amada?

Namasté.

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Puente Alexander. París. 2007

PARÍS ES UNA PROMESA DE MUJER HERMOSA

París es una promesa de mujer hermosa. No importa si no la cumple, el sólo hecho de que la haga es suficiente para el alma, te esclaviza a esperarla.

Sus calles tienen vapores del mundo, esos que se mezclan en el aire haciendo piruetas y se te pegan en la piel como perfume de clímax.

Recorrer sus calles es como el aliento del deseo cuando empieza a circularte desde el cuello y termina al borde de tu vientre pidiendo más. No te cansas de ella aunque jadees.

Tiene esquinas que fueron un momento crucial en el mundo, la transformación de la historia o simplemente un beso robado de viajeros enamorados, por aquello de los cuentos propios.

París es una promesa de una mujer hermosa.De labios carnosos, untuosos y deseados que se mueven con cadencia, entre palabras indiscretas hechas susurros y poses de diva envuelta en humo de tabaco rubio, piel sonrojada y pérdida en vino no sacro.

Pecar en esta ciudad no sólo está permitido, sino que es un derecho concedido una vez que el cielo                                   quedó ciego ante tanta luz.

Los días en París son “hojas en blanco” dispuestas e inquietas por saber cuál será la próxima nota de auxilio, esas que gritan entintadas de pasión.

París es una promesa de mujer hermosa. Con la búsqueda incesante del amor, que divaga sobre el futuro en los jardines de Luxemburgo y con el mismo atrevimiento descarnado por una noche sin memoria en los callejones cercanos al Mouline Rouge.

Ese cielo permisivo que se colorea para “Les amants d´un jour”. París es una mujer.